Todos los que nos sentimos atraídos
por el arte, sea por afición o por profesión, y en cualquiera de sus
manifestaciones, sabemos de la importancia que la luz ha tenido en las obras de
los grandes maestros a lo largo de la historia; recordemos sino los edificios
de Mies Van Der Rohe construidos casi todos sobre finos pilares en donde priman los grandes ventanales
que dejan que la luz entre a sus anchas para que se refleje con las distintas superficies, mármoles pulidos,
vidrios y cortinas de agua; o la escultura, de la que ya el propio Leonardo
dijo que en ella había dos tipos de luces, las luces interiores de cada obra
con las que el escultor juega para crear volúmenes, y la luz del foco que la
alumbra.
Y no hablemos ya de la pintura,
disciplina en donde la luz ha sido siempre tan importante como el propio tema
de la obra; la luz es el elemento que nos lleva a hablar de claroscuro; ella que hace que una pintura se vuelva
manierista, por la luz es por lo que en ocasiones al propio Velázquez se le considera precursor
de los pintores impresionistas (véase sino la “Vista del jardín de la Villa Médicis,
en Roma”, pintada hacia 1630); ella que se descompone con la aparición de los
Impresionistas o que se vuelve blanquísima, azulada y transparente en las obras
de Sorolla.
Pues bien, volviendo al maestro
Leonardo, tan importante es para cualquier obra de arte la luz interna, como la
del foco que la alumbra. Ahí es a donde quería llegar y quería hacerlo porque
ayer conocíamos la noticia de que el Museo del Prado, nuestra pinacoteca más
importante, va a cambiar la iluminación de todas las salas del museo. El
proyecto no es nada sencillo y se calcula que se tardará unos cuatro años en
cambiar las bombillas tradicionales actuales por una nueva iluminación con la
tecnología LED.
Lejos de querer adentrarme en la
eterna discusión de si es más o menos rentable un proyecto de tal magnitud; hay
que decir que dicha tecnología varía mucho la percepción que nuestro ojo tiene
de la obra en cuestión porque es una luz
más blanca, más clara, que nos permitirá contemplar más claramente los colores
originales de cada pintura o las policromías de las esculturas. Además, es una
tecnología que reduce la emisión de calor lo que reduce también el deterioro de
muchas obras, sobre todo pictóricas.
En fin, para terminar sólo decir que
me parece una gran iniciativa y que ya estoy deseando ver las grandes obras del
Prado bajo ese nuevo prisma. Me hago una idea de lo que será contemplar grandes
obras como “El triunfo de la Muerte” o “El Jardín de las Delicias” en una misma
sala y poder admirar más claramente todos los detalles y secretos que esconden
y en este momento me gustaría disponer de una máquina del tiempo y poder viajar
al futuro pero entonces me doy cuenta que el futuro no está tan lejos así que habrá que esperar porque una visita al Museo del Prado, desde
luego, bien se lo merece.
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