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viernes, 4 de octubre de 2013

LAS ANALOGÍAS DE LA RIBEIRA SACRA: EL VINO Y LA CASTAÑA.

Vaya por delante a modo de aclaración que estas líneas que estáis leyendo ahora mismo no poseen rigor científico alguno. No dispongo de ningún tipo de informe o estudio agroalimentario que justifique mis palabras. Simplemente, lo que escribo, responde a una necesidad vital de rendir un sincero homenaje a la tierra que me vio nacer y que niña tanto detesté y ahora tanto adoro. ¡Bendita madurez y serenidad la que te aportan los años!
La Ribeira Sacra es mucho más que naturaleza, paisaje, ríos y angostos cañones de vistas espectaculares. Las gentes que han habitado desde tiempos inmemoriales estas tierras han sabido ver su potencial como tierras fértiles y han sabido, quizá por esas agudeza de ingenio que te dan los malos tiempos, trabajarlas, cuidarlas y conseguir así mantener un dignísimo nivel de vida. Y es que si nos imaginásemos situados en medio del Sil, subidos a un barco, podríamos parafrasear al gran Espronceda con toda la humildad posible y decir aquello de “uva a un lado, castaña al otro y allá en su frente, la inmensidad”.
Porque la Ribeira Sacra también es riqueza culinaria. De la uva, de la Denominación de Origen Ribeira Sacra y de la archiconocida Viticultura Heroica poco queda ya por decir. De sobra conocidos y admirados son sus caldos producto no sólo de la climatología especial de la zona sino también de las características inigualables de sus suelos y  famosos son también sus bancales de piedra hechos así para facilitar vendimias pero también porque la piedra mantiene el calor del sol que favorece el desarrollo de la vid.
Pero ésta sólo es una parte de la Ribeira. Porque como decíamos, si miramos al otro lado, nuestra vista se pierde en bosques de castaños centenarios, algunos tan altos, que, al igual que ocurre con las catedrales góticas, parecen querer crecer para estar más cerca de la Perfección. Y esta parte es mucho menos conocida. Quizá porque la castaña de la zona aún no tiene una Denominación de Origen o quizá porque aún no hay estudios que demuestren las propiedades de este producto, que sin duda las tiene. El caso es que así como hay una “Viticultura Heroica” también hay una, por decirlo de alguna manera, “Catañeira Heroica”(uso el término “castañeira” que en gallego alude a la época del año en la que se recogen las castañas). Porque muy pocos saben que en las laderas empinadas del otro lado del Sil, los agricultores de la zona, también bajan hasta la misma orilla de los ríos a recoger el fruto; que, al igual que con la uva, las castañas se recogen en sacos que serán transportados a la espalda de los agricultores hasta las llanuras en donde se quedan los coches. Que a la dificultad del terreno se añade que los caminos están a menudo cubiertos de maleza debido al progresivo abandono de estas tareas por el envejecimiento poblacional, que la mayoría son tan sólo vías estrechas compartidas a partes iguales por los humanos y la fauna de la zona como el jabalí, que destroza a su paso los senderos. Y que al igual que la uva se distribuye en bancales, los terrenos aquí se organizan en “gavias” (palabra gallega cuyo significado en castellano desconozco y que hace referencia a pequeños balcones que los agricultores crean en la tierra para evitar que la castaña, en su caída, ruede hasta el fondo del terreno).
Quizá algún día, espero que no muy lejano, dispongamos de estudios que nos hablen de las propiedades de la castaña de la Ribeira Sacra y que la designen como una variedad única y propia de esta zona. Porque aunque la provincia de Ourense es rica en este producto, sin desmerecer a las demás, estoy convencida que en poco o nada se parece la castaña de la Ribeira Sacra a la de otras partes de la provincia. Me remito a la sabiduría popular cuando digo que la castaña ribeirana es de tamaño mediano y de un color rojizo brillante; que cuando la abres tiene una piel interior de color amarillo pajizo bastante dura porque su función es proteger a la castaña de los pinchos de los erizos en los que crecen y que al cocinarla, en cualquiera de sus variedades culinarias, su sabor es diferente.
Es un producto tan típicamente nuestro, al que sucesivas generaciones de gallegos le deben tanto, que hasta tiene una fiesta propia. El Magosto es una fiesta tradicional que consiste básicamente en reunirse en torno a una hoguera en cuyas brasas se asarán lentamente las castañas y una vez, hechas, en su degustación y disfrute acompañadas de un pedazo de pan de leña y un buen vino, como no, de la Ribeira Sacra.

Ha llegado el otoño y con él el esplendor de los productos de esta tierra. Desde aquí quedáis todos invitados al próximo magosto y así podréis decirme si tengo razón o no y en ese caso, si debería tener mayor rigor científico. ¡Salud!