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lunes, 29 de julio de 2013

EL CROWDFUNDING ESTÁ DE MODA

Antes de empezar este post quiero pedir disculpas a los profesionales, expertos o conocedores de la materia por los errores que pueda cometer en mi exposición y que seguro serán errores de principiante pues la verdad, me declaro bastante inculta en este tema. Espero sepan disculparme.
¿Qué es el crowdfunding? Para decirlo de un modo lo más coloquial posible me he sacado de la manga esta definición “de andar por casa” que espero se ajuste a la realidad lo más posible. Por lo que yo entiendo, el crowdfunding es una modalidad de financiación colectiva y voluntaria destinada a salvaguardar cualquier cosa que tenga un interés común, sea un bien, una institución, un paisaje, etc.
Hace relativamente poco tiempo que se escucha esta expresión, por lo menos en nuestro país, que ya sabemos que en estos temas siempre solemos llevar bastante retraso con respecto al resto de países desarrollados. Imagino que el crowdfunding es un fruto más de la tan manida crisis económica, fruto de aquel viejo refrán que decía que el “hambre agudiza el ingenio”, evidentemente llevado a otro contexto. Pero lo cierto es que para ser tan reciente, su uso se ha generalizado de forma extraordinaria y hoy tenemos un buen puñado de ejemplos que se han acogido a esta “moda”. Si hace poco escuchábamos en las noticias que personalidades de todo el mundo colaboraban en la salvación económica de un club de fútbol de nuestro país, recientemente hemos visto y leído que también La Catedral, nuestra catedral, la catedral por excelencia, la de Santiago de Compostela, necesita del apoyo de todos aquellos que sientan por ella ese amor del que hemos hablado otras veces, para hacer frente a diferentes restauraciones.
Personalmente me parece una muy buena opción. Me parece justo que todos (entiéndase, los que puedan, que todos sabemos la que está cayendo) los que disfrutamos del patrimonio, en este caso de la catedral, dando los “croques” en la entrada, abrazándonos al Apóstol, o viendo el espectáculo del Botafumeiro, colaboremos en la conservación del mismo. Lo que ya no me parece tan justo es la cuota mínima, pero eso, es otro tema.
A lo que voy, que está claro que con el extensísimo patrimonio cultural y natural que tenemos por suerte en este país, las instituciones no pueden hacer frente a todo y que, como he dicho, me parece una buena idea. Pero ante esta misma reflexión se me plantea una duda: ¿vamos a poder colaborar en todo?. Es decir, si el baremo para pedir la colaboración ciudadana es el cariño  por lo que se quiera salvar, gente como yo, que amamos el patrimonio más allá de los recuerdos personales que nos aporten sino porque sabemos leer su historia, ver su valor y preveer su futuro, lo vamos a tener francamente difícil porque dicho coloquialmente, no hay bolsillo que lo resista.
Vuelvo al ejemplo de la Catedral; ¿cómo no voy a querer colaborar en su restauración? Claro que quiero, pero también quiero colaborar con la restauración de la Catedral de Ourense cuyas humedades están destruyendo sus muros y las ricas policromías del Pórtico del Paraíso, o el Santuario de Nuestra Señora de Las Ermitas, con problemas estructurales graves que amenazan con hacer desaparecer parte del templo, o Santa María de Oia, cuya proximidad al mar hace que el salitre provoque serios problemas en sus piedras, etc. Y esto es sólo un ejemplo, porque en mi opinión personal, hay también muchas iniciativas que necesitan también un apoyo económico y menciono aquí a los amigos de “O sorriso de Daniel” porque me parece fantástico el trabajo de limpieza y conservación de muchos bienes que realizan simplemente con la colaboración de sus amigos o socios, sin sueldo, sin medios, llueva o haga sol y simplemente por amor al arte, y nunca mejor dicho.

Resumiendo, que el crowdfunding me parece muy interesante como iniciativa pública pero que en ningún caso puede ser la excusa para que las instituciones hagan la vista gorda y miren hacia otro lado. Hay mucho que conservar y todos somos necesarios. 

viernes, 12 de julio de 2013

…Y LA LUZ SE HIZO.

Todos los que nos sentimos atraídos por el arte, sea por afición o por profesión, y en cualquiera de sus manifestaciones, sabemos de la importancia que la luz ha tenido en las obras de los grandes maestros a lo largo de la historia; recordemos sino los edificios de Mies Van Der Rohe construidos casi todos sobre finos  pilares en donde priman los grandes ventanales que dejan que la luz entre a sus anchas para que se refleje con  las distintas superficies, mármoles pulidos, vidrios y cortinas de agua; o la escultura, de la que ya el propio Leonardo dijo que en ella había dos tipos de luces, las luces interiores de cada obra con las que el escultor juega para crear volúmenes, y la luz del foco que la alumbra.
Y no hablemos ya de la pintura, disciplina en donde la luz ha sido siempre tan importante como el propio tema de la obra; la luz es el elemento que nos lleva a hablar de claroscuro;  ella que hace que una pintura se vuelva manierista, por la luz es por lo que en ocasiones  al propio Velázquez se le considera precursor de los pintores impresionistas (véase sino la “Vista del jardín de la Villa Médicis, en Roma”, pintada hacia 1630); ella que se descompone con la aparición de los Impresionistas o que se vuelve blanquísima, azulada y transparente en las obras de Sorolla.
Pues bien, volviendo al maestro Leonardo, tan importante es para cualquier obra de arte la luz interna, como la del foco que la alumbra. Ahí es a donde quería llegar y quería hacerlo porque ayer conocíamos la noticia de que el Museo del Prado, nuestra pinacoteca más importante, va a cambiar la iluminación de todas las salas del museo. El proyecto no es nada sencillo y se calcula que se tardará unos cuatro años en cambiar las bombillas tradicionales actuales por una nueva iluminación con la tecnología LED.
Lejos de querer adentrarme en la eterna discusión de si es más o menos rentable un proyecto de tal magnitud; hay que decir que dicha tecnología varía mucho la percepción que nuestro ojo tiene de la obra en cuestión porque es  una luz más blanca, más clara, que nos permitirá contemplar más claramente los colores originales de cada pintura o las policromías de las esculturas. Además, es una tecnología que reduce la emisión de calor lo que reduce también el deterioro de muchas obras, sobre todo pictóricas.

En fin, para terminar sólo decir que me parece una gran iniciativa y que ya estoy deseando ver las grandes obras del Prado bajo ese nuevo prisma. Me hago una idea de lo que será contemplar grandes obras como “El triunfo de la Muerte” o “El Jardín de las Delicias” en una misma sala y poder admirar más claramente todos los detalles y secretos que esconden y en este momento me gustaría disponer de una máquina del tiempo y poder viajar al futuro pero entonces me doy cuenta que el futuro no está tan lejos  así que habrá que esperar  porque una visita al Museo del Prado, desde luego, bien se lo merece.