Y vuelta la burra al trigo, que
dirían en mi casa. Cada vez que este país cambia de gobierno tenemos dos temas
que no fallan nunca en la mesa de debate: la reforma laboral y la reforma
educativa. ¡Qué cruz! ¿Pero es que de verdad que no se dan cuenta de que cada
uno lo hace peor que el anterior?
Yo sí que creo que este país necesita
como el comer una reforma educativa, pero no tanto en las materias, en los
contenidos o en los idiomas en los que se estudia sino en el origen mismo de la
palabra educativa. Se supone que la Enseñanza, es para eso, para enseñar y la
Educación para educar. O por lo menos así era cuando yo estudié, que con tantas
reformas igual ya ha cambiado hasta el significado de las palabras. Pues bien,
en este país sí se enseña pero no se educa y, desde luego, no se motiva, lo que
desde mi punto de vista es uno de los factores claves del fracaso escolar.
Digo que sí se enseña porque está
claro que los niños y jóvenes de este país al colegio o al instituto ir, van. Y
la mayoría de los profesionales de
nuestros centros se dejan las pestañas y a veces la salud intentando hacer de
nuestros hijos personas de bien independientemente del futuro que elijan en su
momento.
Y digo que no se educa, porque
simplemente, no se educa. Sólo hace falta escoger al azar algunos casos de
fracaso escolar y ver lo que hay detrás: familias desestructuradas, problemas
de disciplina, conductas agresivas, entornos conflictivos, etc. Trabajar en
estos campos es muy difícil, soy consciente, pero es que es primordial hacerlo
y recortar en estos aspectos es un grave, grave error.
Y por supuesto no se motiva. ¿Pero
cómo va a motivar un país con seis millones de parados? Las administraciones públicas hacen lo que
pueden (ejem, ejem) en este terreno. Hace unos días, sin ir más lejos, la Xunta
de Galicia, aprobaba una inversión de 3,3 millones de euros para los Contratos
Programa, que no son más que clases de apoyo a los niños con dificultades de
aprendizaje. Y que conste que me parece bien.
Lo que no me parece bien es que se
invierta esa cantidad de dinero para que el día de mañana, una vez que esos
niños a los que se les ha apoyado, lleguen a conseguir un título y se vean
avocados a las listas del SEPE. No es justo.
Hay que invertir y luchar contra el
fracaso escolar, SÍ. Pero esto debería venir de la mano de planes de apoyo al
empleo para que esos esfuerzos no se queden en nada. Sólo así evitaremos tener
que escuchar cosas como la que yo misma escuché hace un tiempo en un autobús.
Una madre le decía a su hijo de cinco o seis años que tenía que portarse bien y
estudiar mucho para ser importante cuando fuese mayor. A lo que el niño
respondió: ¡no sé para qué, el padrino tiene una carrera y no trabaja!
Queda mucho, mucho por hacer para que
ese niño cambie de opinión.
Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dices. Voy a hacer alguna aportación más a lo que tú expones:
ResponderEliminar1º) La titulitis que se fomenta desde la Administración Educativa no tiene sentido. En ocasiones el título está vacío de contenido, o bien el titulado tiene que emigrar a otro país, con lo cual la inversión en su educación deja de ser rentable para el Estado (y, que duda cabe, es triste, muy triste para el que se ve forzado a abandonar su país, familia, entorno...)
2º)Que apetecible es, señores y señoras, privatizar algo que todos impepinablemente tenemos que hacer. Eso si, como somos guays, lo justificamos diciendo que no hay suficientes centros educativos en el entorno y de paso chupamos dinero público. También, en base a nuestro ideario y a que en esencia somos centros privados, al alumno que nos dé la lata o no sea de nuestro agrado, le damos el piro, que se vaya a la pública. ¡Vivan los centros privados concertados! Ah, y como no llegaba con concertar la secundaria obligadoria, ahora vamos a concertar el Bachiller, of course.
3º) Las condiciones laborales en la empresa privada dificultan sobremanera conciliar vida familiar y laboral. Total, los padres llegan tarde a casa, cansados, agotados con pocas ganas de atender las demandas de los hijos que, por otra parte, se han pasado toda la mañana en el cole y toda la tarde en actividades complementarias y clases particulares. Resultado: el colegio tiene que asumir una parte de la educación que corresponde a los padres. El tiempo que se pierde en disciplina se le quita al de aprendizaje.
¿Soluciones? Dejar de utilizar la educación como moneda de cambio, escuchar al profesorado y dejar de copiar sistemas que nada tienen que ver con la realidad española.